viernes, 9 de abril de 2010

Los horarios de celebración de “la madre de todas las vigilias”, la Vigilia Pascual, han variado en épocas y en lugares. En mi actual parroquia y en muchas de la diócesis de Lurín-Lima Sur lo celebramos al amanecer: empezamos de noche y avanzamos con los primeros rayos del día. El símbolo tiene su importancia: diríamos que es una resurrección lenta y progresiva, con el despertar de la naturaleza.

El silencio del sábado es roto con los aleluyas del domingo y la alegría desbordante y contagiosa refleja la nueva vida que para los cristianos nos consiguió el Crucificado que ahora es el Resucitado. Y si la encarnación no fue un juego ni un teatro sino algo profundamente serio y real como nos dicen las escrituras, tenemos derecho a creer y vivir que Cristo muere y resucita hoy como hace 2,000 años. Resucita, por tanto en todo aquello que es signo de vida. En las personas y en la creación entera.

Desde el Vaticano II para acá en nuestro continente se ha acentuado esta fe en la Resurrección concretada en todo lo que signifique liberación de las ataduras de la opresión, la esclavitud y la muerte y en todo lo que sean signos de vida, personal y comunitaria. En el “credo de la misa nicaragüense” (canto de expresión cultural-religiosa de un pueblo creyente) se expresa bien esta concreción de la resurrección en la historia actual:… “con tu sacrificio inmenso engendraste al hombre nuevo para la liberación. Vos estás resucitando en cada brazo que se alza para defender al pueblo del dominio explotador; porque estás vivo en el rancho, en la fábrica, en la escuela, creo en tu lucha sin tregua, creo en tu resurrección”.

La primera lectura de la Vigilia Pascual es el bello relato sacerdotal de la creación, donde Dios se goza creando despacio, día por día, toda la creación. Y en el pregón pascual se hace referencia al cirio pascual (símbolo de Cristo) hecho con la cera de las abejas, cirio que dará su luz hasta que llegue el lucero de la mañana (símbolo de Cristo Resucitado igualmente). Es la creación entera la que se regocija con la resurrección y los humanos nos sumamos a ese canto y ese perfume. Por algo en la tradición cristiana a esta pascua se la denomina pascua florida y se celebra siempre el domingo siguiente a la primera luna llena de la primavera boreal (del hemisferio norte).

Queremos, pues, que la Resurrección nos transforme a todos los creyentes pero llegue regalando vida a toda la creación. Los que creemos en el Resucitado nos sumamos, codo con codo, a todos los hombres y mujeres que luchan por devolver a la naturaleza ese ritmo vital que el Creador puso en ella, a luchar contra todos los virus de muerte que los humanos hemos colocado en ella, a devolver a los niños de hoy y de mañana el derecho a disfrutar de una vida sana y saludable en una naturaleza limpia de contaminación. Que la tierra pueda vivir una permanente pascua florida.
José Mª Rojo G.

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