martes, 30 de marzo de 2010

MIÉRCOLES SANTO

El Señor DIOS me ha dado lengua de discípulo, para que yo sepa sostener con una palabra al fatigado. Mañana tras mañana me despierta, despierta mi oído para escuchar como los discípulos… (Is 50,4-5)

Con esas palabras el profeta nos introduce a la liturgia del Miércoles Santo. Interesante que nos hable del discipulado que es nuestra razón de ser y de vivir el gran misterio que se avecina. Caminamos tras el Señor para ser discípulos suyos, seguidores e imitadores de Él.Y para eso el Señor nos ha regalado los sentidos: Cada mañana despierta nuestro oído y nuestra vista para descubrir en los signos de los tiempos su mensaje actualizado, pero su misma voluntad salvadora y liberadora. Cada mañana desata nuestra lengua para alabarlo y para proclamar su decisión de hacer un cielo nuevo y una tierra nueva donde haya alegría y felicidad como fruto de la justicia y superación de toda opresión (Is 65; Ap 21).

Uno de los signos de los tiempos hoy -¡no cabe duda!- es ese grito cada día más fuerte a favor de la naturaleza, del medio ambiente, en defensa de la casa común de la humanidad. Grito que viene desde antiguo (en nuestro caso ligado al Dios Creador del Génesis) y que hoy brota de las gargantas de creyentes y no creyentes. Y es que, en cualquier caso, todos asumimos que es una preocupación que desborda todo interés personal, tribal o estatal.Remitimos de nuevo al jefe Seatle cuando dice al presidente de EE.UU.: Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos? Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo… La tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra…La tierra es preciosa y despreciarla es despreciar a su creador…

En Jerusalén hoy miércoles la suerte estaba echada sobre Jesús, el hijo del carpintero e Hijo de Dios; sobre nuestro planeta también está echada aunque a todos avergüenza reconocerlo. Entonces nadie pudo impedir que se cumpliera la sentencia. Hoy aún estamos a tiempo de impedir que los nuevos Pilatos, Anás, Caifás, Herodes, Judas… la ejecuten.

Ellos quieren hacer cargar a Jesús con un árbol talado, seco, quemado…, símbolo de ese desprecio a la naturaleza. También lo hacen entre gallos y media noche, burlando las leyes o acomodándoselas. Que, al menos, encuentren nuestro grito de protesta, nunca nuestro silencio cómplice. Que Jesús colgado en el madero de la cruz nos lleve a los cristianos a colocarnos, hombro con hombro, al lado de todos los que hoy defienden el sueño de Dios Creador (aún sin saberlo): un mundo bello y sano donde la vida venza a toda muerte.

MARTES SANTO

El evangelio de hoy nos presenta a Judas maquinando contra Jesús, no importa si por egoísmo, avaricia y mezquindad o si por errados cálculos políticos pensando que el pueblo se iba a sublevar si apresaban a Jesús…Lo cierto es que Judas se convierte en el instrumento que facilita el que los que desde antes han decidido la suerte de Jesús lleven a cabo sus planes. El sabe donde Jesús va de noche a orar y puede dar la pista concreta para identificar a ese galileo –un cualquiera a quien no son capaces de distinguir y necesitan que Judas lo bese para reconocerlo-.
Ese que se ha atrevido a desafiarlos, que les ha desenmascarado delante de todo el pueblo.Judas se convierte en el símbolo de la mezquindad y convierte un gesto de amistad y cariño en gesto de traición. En adelante se hablará de “el beso de Judas” para todo lo que signifique clavar la espada por la espalda… Mateo nos habla del remordimiento de Judas y su final: el suicidio ahorcado en un árbol. (Esta es la versión que ha perdurado en la tradición olvidándose la versión de Lucas en He 1,18).
Tenemos dos árboles: el árbol de la muerte (curiosamente el que se supone estaba vivo) donde se ahorca Judas y el árbol de la vida, la cruz en la que muere Jesús para regalarnos la nueva y plena vida. Ambos, destinados a la vida ofrecen un fruto distinto.No hay duda que la voluntad de Dios, expresada en el relato del Génesis, es que los árboles, las plantas sirvan para dar vida y contribuyan a la calidad de vida de los reyes de la creación: la mujer y el varón. Esa es la voluntad de Dios Padre-Madre expresada bellamente en ese sueño de Dios que es “el paraíso terrenal” para felicidad de Adán y Eva (símbolos de la humanidad toda).
Por desgracia, los romanos habían convertido en una maldición esos dos maderos de la cruz en la que tantos hombres dejaron su vida y tuvo que venir Jesús para transformar la cruz en símbolo de bendición y de vida. Será Jesús y seremos sus seguidores los que levantemos la bandera en defensa de nuestros bosques, pulmón de la humanidad, evitando los convierta en símbolo de muerte la avaricia de los poderosos.

LUNES SANTO

Jesús va a Betania a casa de sus amigos Lázaro, Marta y María. Se aleja del “centro”, de Jerusalén, donde se maquina su muerte porque molesta su prédica y su actuar a favor de los pobres. Allí permite que María derrame un caro perfume sobre sus pies y desoye las hipócritas palabras de Judas. Destaca Jesús, por el contrario, el valor de la acogida y del servicio. Isaías, en el texto correspondiente a hoy, nos deja muy clara la misión del Mesías: “no romperá la caña cascada ni aplastará la mecha aún humeante” (42,3) Cumplirá el proyecto del Dios de la Vida y “hará florecer la justicia en la verdad” (v.3) haciendo referencia explícita a la creación de la tierra, “dando aliento a sus habitantes y espíritu a los que se mueven en ella”(v.5).
Bellos textos para ubicarnos en los inicios de esta gran semana. La comunidad de los creyentes tendrá que ubicarse en la periferia, fuera de los centros del poder político y económico, pues ahí los poderosos se olvidan de la acogida, del servicio, de la solidaridad. Se olvidan, incluso, de que la tierra no les pertenece, se la apropian para explotarla y dejarla más tarde desértica, sin vida…
Qué bella y trágicamente lo expresaba el jefe Seattle en respuesta al presidente de EE. UU cuando ya en 1854 le propuso comprar sus tierras: “Para el hombre blanco una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquiera otra, pues es forastero que llega de noche y extrae de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga y, cuando ya la conquistó, prosigue su camino…Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa. La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados.
Trata a su madre, a la tierra, a su hermano el cielo como cosas que pueden ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto…” A los poderosos de hace 2,000 años no les importaba la misión del Mesías (Jesús) ni el sueño de Dios Padre: les importaba que la religión favoreciera sus negocios. A los poderosos de hoy (los que siempre están en el “centro”) tampoco les interesa una religión que busque el que “florezca la justicia en la verdad” ni que el sueño de Dios siga adelante. Lo demostraron en Copenhague y harán oídos sordos a lo de “La Hora del Planeta” que protagonizábamos ayer. A Jesús sí y nos seguirá hablando de “las aves del cielo que ni siembran, ni cosechan, ni almacenan en graneros y el Padre Celestial las alimenta”… y nos hablará de “los lirios del campo que ni tejen ni hilan pero que ni Salomón se vistió como uno de ellos” (Mt 6, 26-29). Los cristianos, desde la periferia, acompañamos a Jesús en su pasión, sabemos que su palabra no falla y que el amor es más fuerte que el egoísmo, la vida más que la muerte.

DOMINGO DE RAMOS

El evangelista Lucas nos ha llevado de la mano en su evangelio haciendo ese largo camino hacia Jerusalén, subiendo detrás de Jesús con la cruz, aprendiendo e imitándolo.Hemos hecho un acelerado curso de “discipulado” en el que había siempre un transfondo: no hay resurrección sin cruz, sin renuncia, sin entrega. Repetidas veces los discípulos quieren o pararlo o desviar el camino. Y él sigue. A veces pareciera que hasta “provoca” a los que lo quieren condenar y matar… Son nuestros “cálculos y precauciones realistas” que Él no tiene; por eso armó el escándalo expulsando a los vendedores y cambistas del templo, a los que habían convertido la religión en un negocio.Hoy, domingo de Ramos, se deja aplaudir y vitorear por los niños, los humildes, los sencillos, los sin malicia… Sabe que ellos no lo van a librar de la condena, pero no les quita el gozo de aclamarlo, vitorearlo, bendecir a Dios Padre en las obras que hace a través de Él…Y goza viéndoles levantar en alto sus ramas de olivo y de palmera…

Esas ramas que no son símbolo de muerte, sino de vida. No son los despojos de la deforestación brutal, los atropellos para explotar la tierra para lo que sea: para arrancarle los minerales, el petróleo, la madera valiosa, los productos que más ganancia dan en el momento… Son ramas de vida, ramas podadas para que las plantas se renueven y den mejores frutos. También El lo había dicho: es tarea del Padre podar y limpiar las ramas para que den más fruto (Jn 15,2).

Los sucesos de Bagua del año pasado nos hicieron caer en la cuenta, en nuestro Perú, de que había una herida permanente y sangrante en nuestro país así como en los vecinos. Mucho tiempo antes el mismo hacha criminal dejó sin vida los bosques de Centroamérica y el Caribe; también en Africa y en Asia… La pasión y muerte de Jesús en la naturaleza tiene larga y triste historia. Hoy la vivimos mucho más cercana y nuestros hermanos de Bagua y el resto de la selva nos lo han hecho sentir.

En las ramas de esos niños de Jerusalén, por el contrario, podemos encontrar el símbolo de vida que contrarresta con aquel voraz atropello. Nadie mejor que unos niños alegres y juguetones para hacernos entender el brutal crimen que está llevando al calentamiento global, al deshielo de los glaciares, al avance de la desertificación, a la contaminación del suelo, el agua y el aire. Ellos y las generaciones futuras tienen derecho a disfrutar de una vida sana y saludable y nosotros el deber de garantizarla.

Que esta Semana Santa, contemplando a Jesús sufriendo en la naturaleza herida de muerte, nos ayude a asumir compromisos serios, a nivel individual, comunitario y de instituciones públicas. Domingo de Ramos, realidad de muerte y vida.

REFLEXIONES DE SEMANA SANTA(MIRADA ECOLOGISTA)

Tiempo de gracia, tiempo de presencia del Señor que se palpa y se siente –afortunadamente- en el ambiente de nuestros sectores populares. Un clima especial que llama a mirar hacia dentro, a profundizar las razones de nuestra fe y de nuestra esperanza.

Este año quiero situarme desde otro ángulo, viendo otro prisma de esa realidad de muerte-vida. Me refiero a la muerte y la vida reflejadas en la naturaleza, en el planeta en que habitamos, en “la casa común” que compartimos con todos los seres vivos. S. Pablo ya nos decía que “la creación gime y sufre como dolores de parto” (Rom 8,22), dolores que preceden a la vida. Hoy sentimos que el planeta tierra también está sufriendo más de la cuenta; más aún, se habla hasta de que lo podemos condenar a morir antes de tiempo…

Jesús sufre entonces hoy una pasión y muerte lentas pero inexorables en la naturaleza. La Cumbre de Copenhague hizo oídos sordos al llamado de Benedicto XVI: “Si quieres promover la paz, protege la creación” (Mensaje para el 1º de Enero 2010). Nos queda revertir la situación sin esperar demasiado de los poderosos de este mundo: hoy como ayer, se mueven por otros intereses.