lunes, 27 de julio de 2009

FIESTAS PATRIAS: UN ALTO EN EL CAMINO

A tres tiros de piedra se divisa una señal con un triángulo rojo y cuatro letras: STOP. Es ya un símbolo aceptado mundialmente, que significa que hay que parar, que detenerse antes de seguir adelante. El 28 y 29 de Julio en Perú tienen siempre delante ese símbolo para hacer un alto en el camino. Parada obligatoria que sirve para muchas cosas, depende dónde se sitúe cada uno y qué prioridades tenga en este momento.

Unos aprovechan la pequeña “propina” recibida para darse un gusto que no puede hacerse a diario: desde hacer un regalo para la casa hasta tomarse un par de días de descanso y recreación fuera de aquella, pero en familia. Otros lo contrario: aprovechan que muchos salen para ellos ir a un parque, a un museo, al teatro o a comerse un buen “buffet” criollo o marino… Les hay que disfrutan de su hobby favorito al que normalmente no pueden dedicarse y otros que aprovechan para ordenar todo lo retrasado o acumulado: documentación, correos, contactos… Muchos provincianos no pueden darse un saltito a la tierra pero sí desplazarse al otro extremo de la ciudad para reunirse con familiares y/o paisanos, degustar los potajes de su región y alegrar oídos y pies con los ritmos aprendidos desde la infancia…

Evidentemente, las Fiestas Patrias no sirven sólo ni principalmente para expresar muestras de patriotismo sino para muchas otras cosas para las que son una excelente excusa y ocasión.
Todo lo anterior es bueno y digno de respeto y aplauso. También para eso cantamos el “Somos libres…”. Pero hay algo para lo que se debería aprovechar el STOP de las Fiestas Patrias: para algo más comunitario, para evaluar la marcha como país y como pueblo. La referencia obligada es el 28 de Julio 1821, al igual que los israelitas tenían la fiesta de la Pascua recordando el paso a la libertad con la salida de Egipto.

En aquel ya lejano año de primera mitad del s. XIX, “por la voluntad de los pueblos”, el Perú decide ser libre y soberano. Es obvio que la decisión tomada por unos pocos no significaba lo mismo para todos los habitantes que estaban dentro de las fronteras señaladas. Pero también es obvio que había implícito un compromiso de lograr que esa libertad se concretara en igualdad de
oportunidades para todos en la búsqueda de unas condiciones de vida dignas. Estaba implícito también el compromiso de desarrollar las potencialidades de cada etnia, de cada región, de cada grupo humano, a fin de que todos sumaran a la hora de dar forma concreta a ese concepto llamado “patria” para convertirlo en la casa común de todos los peruanos y peruanas.

Han pasado ya casi dos siglos y estamos obligados a aprovechar el STOP para preguntarnos si hemos logrado los objetivos propuestos y si en el último año nos hemos acercado más a ellos, si nos hemos estancado o si hemos retrocedido. Por si teníamos dudas, hace pocos meses el conflicto de la Amazonía con el triste y lamentable final trágico de Bagua, nos puso sobre la mesa una asignatura pendiente: hay pueblos, etnias, culturas que se sienten marginados, desconocidos o ignorados por el poder central (¿también por la mayoría de nosotros?). Esta vez hicieron sonar sus tambores para decirnos que no están dispuestos a seguir aceptando el maltrato. No les falta razón pues al mismo tiempo diversas personalidades (nuestro presidente incluido) dejaron aflorar –consciente o inconscientemente- que les consideraban ciudadanos de segunda o tercera categoría.

Otra asignatura pendiente es la pobreza o, mejor dicho, el persistente alto número de peruanos que viven bajo la línea de pobreza. Mala señal es que a lo largo del año repetidas veces hayan habido voces alertando de que se estaban falseando las cifras para aparentar una reducción que pareciera no ser real. La caída de aprobación del gobierno en el sur y el oriente (las regiones con mayores índices de pobreza) sería un indicador acusador. Cifras aparte, a todas luces, la torta o el pastel del crecimiento de la riqueza nacional no está siendo repartido con equidad; peor aún, regiones que aportan mucho a ese crecimiento tienen amplios sectores que se consideran muy poco o nada incluidos a la hora del reparto…

Habría muchos otros puntos que nos dejarían interrogantes sobre la verdad de nuestra real independencia, libertad y desarrollo igualitario: el acceso a bienes y servicios, la igualdad o no ante la ley y la justicia, la posibilidad real de una información veraz en temas importantes, la descentralización efectiva y el impulso a una auténtica regionalización que frenara el crecimiento del enorme pulpo capitalino…

Y esto lo hacemos no solo ni principalmente desde análisis sociológicos, económicos o políticos que otros pueden y deben hacerlo mejor, sino desde nuestra fe cristiana que nos dice que todos/as los/as hijos/as de Dios que vivimos dentro de nuestras fronteras tenemos derecho a la vida digna que hoy es posible, gozar de las ventajas que hoy ya podemos y compartir en equidad lo que es de todos. Desde nuestra fe afirmamos que el Dios que quiso la independencia y la libertad de éstos países hace dos siglos (como había querido la libertad de los israelitas en Egipto) quiere hoy que todos sus hijos sean reconocidos con igual dignidad en teoría y en la práctica.

Por eso para los cristianos, el STOP que divisamos nos llama a dar gracias a Dios por el camino recorrido (largo y rico, no lo dudamos) y a comprometernos a quitar de en medio todas las piedras que nos impiden avanzar. Lo hacemos porque somos discípulos de Jesús Profeta y Maestro y porque nos sentimos profundamente hermanos de todos los ciudadanos de este país sin distinción de raza, credo o condición social.¡FELICES FIESTAS PATRIAS! (José Mª Rojo)

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