lunes, 10 de agosto de 2009

AFINANDO MOTORES: RETIRO DEL CLERO

1 Atrás quedaron todas las preocupaciones cotidianas: las parroquias, los grupos, las reuniones, todas las tareas pastorales, el activismo… Maletines al hombro y camino de Cieneguilla, donde esperaba –limpia y ordenada- la Casa de Retiro “Alvernia”, donde hace dos años también nos acogieron con idéntico cariño. Naturaleza espléndida y relajante, tranquilidad, sencillez, todo a punto para que una veintena de sacerdotes diocesanos, un diácono permanente y un hermano franciscano nos dispusiéramos a hacer nuestro retiro anual.

2 Y allá estaba ya esperando, el más madrugador (¡luego nos enteramos que se levanta a las 4 de la madrugada!) el director del retiro, monseñor JOSÉ GEA ESCOLANO, un jovencito de 80 años, obispo emérito de Mondoñedo-Ferrol (en España) y desde hace 4 años misionero de a pie en la diócesis de Carabayllo.

3 Pero, por supuesto, nos esperaba también Dios con sus sorpresas. Él tan cercano y, a la vez, siempre novedoso, misterio a seguir profundizando… Y de eso se trataba el retiro, de encontrarnos con el Señor y de identificarnos un poco más con Él, buen pastor, y de serle fieles. Una vez más le dimos gracias por haber sido elegidos y llamados, por consagrarnos a su servicio, por invitarnos a estar con El y a compartir su Proyecto. También por el privilegio de compartir la fe con nuestras comunidades de Lima Sur, tan ricas en vivencias y en camino recorrido.

4 Sí, descubrimos en nosotros el pecado, el no ser del todo fieles, la falta de entrega total a la causa del Reino… Y, una vez más, su mirada cariñosa y su sonrisa ofreciéndonos el perdón y su amistad renovada (quizás la mirada y la permanente sonrisa de monseñor Gea eran espejo que nos regalaba una imagen de las del Padre Dios).

5 Todo en un doble contexto: Estamos en el “Año Sacerdotal”, un año especialmente dedicado a que profundicemos en serio sobre el sentido de nuestro sacerdocio, a que nos

identifiquemos mucho más con el único y eterno sacerdote, Jesucristo el Señor, y a que vivamos humildemente y con profunda gratitud el don que Dios Padre nos ha hecho para servicio de los hermanos. Y ese servicio bien coordinado dentro de nuestro Plan Pastoral Diocesano recién estrenado. Ambas cosas nos estaban como obligando a este alto en el camino para mirar hacia dentro, para hacernos radiografía, tomografía y resonancia magnética de todo nuestro ser sacerdotal.

6 Tuvimos tiempo para todo: para la contemplación serena y gozosa, para la oración y la adoración, para reflexionar personalmente y compartir entre hermanos (los conversatorios de cada noche nos acercaban más entre nosotros, además de aclarar puntos). Celebramos aniversarios de ordenación, cumpleaños (con tortas incluidas), todo en un clima de verdadera fraternidad. Hasta disfrutamos, durante las comidas, de la lectura de una bella novela que nos hacía soñar con una iglesia más sencilla, más cercana y samaritana, más evangélica: “La aventura del Papa Jacinto”.

7 En ese ambiente gozoso nos encontró nuestro obispo y pastor, monseñor Carlos García, que vino para presidirnos la Eucaristía final, junto con algunos hermanos sacerdotes más que no habían podido estar en el Retiro. Palabras de aliento las que nos dirigió en su homilía, además de
invitarnos a orar por Monseñor Barreto, arzobispo de Huancayo, injustamente amenazado por ejercer su labor profética, por defender el derecho a la vida no solo de su “rebaño huanca” sino de todos pues todos somos afectados por la contaminación del aire, el agua, los animales y las plantas con la irracional explotación minera.

8 Nos supo a poco el Retiro, pero nos esperaban nuestras parroquias y hacia ellas nos dirigimos vuelta, más ligeros, pues el Señor había “afinado bien nuestros motores”.

José Mª Rojo G.

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