lunes, 27 de julio de 2009

El transporte en el país un problema existencial: CUÁNTO VALE LA CONCIENCIA DE LA PERSONA Y CUÁNTO LA VIDA

Por estos días muchos chóferes, públicos y privados, manejan a sobresaltos sus unidades. Y no es para menos. Porque reza el dicho popular “Guerra avisada no mata gente”. Sin embargo, esta guerra reiniciada el 21 de julio último, en 3 días ha producido sólo en Lima -según el ministro de Transporte y Comunicaciones, Enrique Cornejo- 350 papeletas de infracciones, la mayoría por conducir sin el cinturón de seguridad y pasarse la luz roja del semáforo. Y esto ya es bastante.

Ello explica el susto y el terror de los transportistas que les cuesta mucho trabajo someterse a las “nuevas” disposiciones. Los choferes están acostumbrados a ser dueños de las pistas y manejar con la más absoluta impunidad. Ante tal medida, ellos sienten sobre sus espaldas la espada de Damocles que esta presto a sancionar la mínima falta incurrida en las pistas.

Su preocupación radica en que el costo de las papeletas ha subido enormemente. Si antes existían chóferes honestos que ante una infracción reconocida aceptaban estoicamente la papeleta, hoy cuando las nuevas multas bordean un promedio de 250 soles, lo más probable es que estos chóferes, antes honestos, terminen cediendo y coimeando a las autoridades ante la imposibilidad de pagar la multa. Aún sabiendo que el “milagro” -para que se vuelva ciega la autoridad- ya no cuesta “un sencillo” sino que ha mudado a papel moneda.

A esto el Titular del Interior, Octavio Salazar, señaló que “las normas son para todos por igual (…) Todos debemos cumplir las leyes, más aún si se trata de autoridades. A ellos también se les sanciona, porque aquí nadie tiene corona” puntualizó.La solución no pasa por el castigo o por el monto de las multas, que muchas veces no se ponen por los “milagros" ocasionales y las que se ponen muchas veces no se pagan o difícilmente lo hacen. La solución debe ser integral, pasa por realizar cambio en todos los niveles. Desde las mas altas esferas del gobierno, las autoridades, funcionarios, los policías, los choferes, los usuarios, y los peatones.

Las autoridades competentes deben saber que los transportistas necesitan de una infraestructura vial que no deteriore sus unidades. Que las pistas estén en buen estado y bien señalizadas. Que los semáforos funcionen. Que el pago del SOAT no sean tan elevado. Que así como se sube de inmediato el precio del combustible cuando se anuncia un alza, de igual modo baje de inmediato –y en igual proporción- cuando se anuncia una baja.

A los choferes se les pide que respeten las normas de tránsito. Que sean justos, respetuosos y ordenados. Tener conciencia que transportan vidas y una vida perdida no se paga con nada.
A los policías que sean justos y honestos. Y cuando vean a sus compañeros salir bien “forrados” los fines de semana producto de una buena sesión de coimas, tener la dignidad de saber que sus manos no están manchadas y que ellos se mantienen únicamente con su limitado sueldo (estén seguros que los propios ciudadanos reclamarán un digno sueldo para ellos).

Que los usuarios colaboren y comprendan que las señalizaciones y los paraderos son para que se cumplan. No exigir lo que está al margen de la ley. Que los peatones asuman una verdadera cultura vial, respetando los cruceros peatonales, usando los puentes para cruzar las vías rápidas.

Pero también, habrá que asumir nuestro papel fiscalizador. Por ejemplo, cuando los autos de guarda-espaldas de dignatarios, ministros, parlamentarios, y diplomáticos no respetan los semáforos. Denunciar a los policías cuando manejan sus autos particulares con el uniforme puesto y comenten infracciones. Señalar a las policías de tránsito que dirigen el tráfico hablando por sus celulares (a ellas/os se les asignan una red privada donde pueden hablar sin costo alguno pero para actividades de su profesión y no para estar charlando con sus colegas), entre otras situaciones.

Es necesario recuperar el verdadero sentido del prójimo y nuestra responsabilidad frente a esa vida. Todos merecemos respeto y esperamos un servicio de calidad. Si no hay cambio de mentalidad no habrá cambio efectivo en este problema.

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