

La parte sur de Lima -de la Lima del Café Concert, del jirón de la Unión, de los balcones coloniales- estaba siendo regada con lágrimas y sudores de hombres y mujeres que dejaron sus chacras andinas, sus juanes y tacachos, familias empobrecidas por la ignorancia y la dejadez política, se abrieron paso a todo y ante todos, plantaron esteras y plásticos con sus manos, ayudando a sus esposos o convivientes. Agarraron sus ollas gastadas, y platos de plástico, tendieron sus mantas que les abrigaba de las frías injusticias, para que sean mantel de su mesa de piso arenoso. Esas eran las primeras madres de Lima Sur, que comenzaron a engendrar un pueblo de hombres y mujeres de coraje.
Les dijeron que no podrían vivir en un desierto, donde solo abundaba arena y sol, que la policía

Pasaron humillaciones, por ser mujeres analfabetas o a la justas con una primaria muy básica, pero estas “tías”, corajudas, se graduaron en “Economía Popular”, con la tesis “cómo dar de comer a su “ñaños” (hijos) con sueldos míseros”; en “administración” de tiempo (trabajar, los quehaceres del hogar, y las labores populares); obtuvieron su “Maestría de trabajo vecinal”, con sus faenas de hacer pircas, estilo andino, construyendo sus casas, hombro a hombro con sus maridos o muchas veces solas. Esos títulos no tuvieron “cartones” (certificados de estudios) para enseñar, sus cartones son sus hijos que caminan con esperanza de un mundo mas digno. Esas son las madres que fundaron un pueblo que se conoce como Cono Sur.

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