El
Papa Francisco señaló que un buen católico debe entrometerse en la política y
que lo contrario no es un buen camino para los fieles.
El
Santo Padre recordó que "la política -dice la Doctrina Social de la
Iglesia- es una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien
común. No puedo lavarme las manos, ¿eh? ¡Todos tenemos que dar algo!"
Hay
la costumbre de solo hablar mal de los gobernantes y sobre las "cosas que
no van bien": "ves las noticias en la televisión y los apalean,
apalean ; lees el periódico y lo mismo …. ¡siempre lo malo, siempre en
contra!".
Quizás,
"el gobernante, si, es un pecador, como lo era David, pero yo debo
colaborar con mi opinión, con mi palabra, también con mi corrección"
porque ¡todos "debemos participar al bien común!". Y si "tantas
veces hemos escuchado: que ‘un buen católico no se mezcla en política’, esto no
es verdad, ese no es un buen camino".
"Un
buen católico no se inmiscuye en política. Eso no es cierto. Este no es un buen
camino. Un buen católico debe entrometerse en política, dando lo mejor de sí,
para que el gobernante pueda gobernar. Y ¿qué es lo mejor que podemos ofrecer a
los gobernantes? ¡La oración! Eso es lo que dice Pablo: ‘La oración para todos
los hombres y para el rey y para todos los que están en el poder’. ‘Pero,
Padre, aquella es una mala persona, debe ir al infierno...’. "Reza por él,
reza por ella, para que pueda gobernar bien, para que ame a su pueblo, para que
sirva a su pueblo, para sea humilde"
"¡Un
cristiano que no reza por los gobernantes no es un buen cristiano!’Pero, Padre,
cómo puedo orar por esta persona que no va ...’. ‘Reza para que se convierta’.
Rezar. Y esto no lo digo yo, lo dice San Pablo, la Palabra de Dios".
El
Papa, señala Radio Vaticano, reflexionó sobre la Carta de San Pablo a Timoteo
en la que le pide rezar por los gobernantes. Quien gobierna, dijo, "debe
amar a su pueblo", porque "un gobernante que no ama, no puede
gobernar: al máximo podrá disciplinar, poner un poco de orden, pero no
gobernar". El Santo Padre citó a David, "a cómo amaba a su
pueblo", tanto que después del pecado del censo pide al Señor de no castigar
al pueblo sino a él. Así, "las dos virtudes de un gobernante" son el
amor por el pueblo y la humildad.
"No
se puede gobernar al pueblo sin amor y sin humildad. Y cada hombre, cada mujer
que tiene que tomar posesión de un servicio público, debe hacerse estas dos
preguntas: ‘¿Amo a mi pueblo para servirle mejor? ¿Soy humilde y oigo lo que
dicen todos los otros, las diferentes opiniones para elegir el mejor camino?’.
Si no se hace estas preguntas su gobierno no va a ser bueno. El hombre o la
mujer gobernante que ama a su pueblo, es un hombre o una mujer humilde".
San
Pablo exhorta a los gobernantes a elevar oraciones "por todos aquellos que
están en el poder, para que podamos conducir una vida calma y tranquila".
Los ciudadanos, observó el Papa, no pueden desinteresarse de la política.
Ninguno
puede decir: "Yo no tengo nada que ver con esto, son ellos los que
gobiernan... No, no, yo soy responsable de su gobierno y tengo que hacer lo
mejor, para que ellos gobiernen bien y tengo que hacer lo mejor por participar
en la política como pueda".
Por
lo tanto, concluyó el Papa, "demos lo mejor de nosotros, ideas,
sugerencias, lo mejor, pero sobre todo lo mejor está la oración. Oremos por los
gobernantes, para que nos gobiernen bien, para que lleven a nuestra patria, a
nuestra nación, y también al mundo adelante, para que exista la paz y el bien
común".
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