viernes, 15 de mayo de 2009

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PLANETA PORCINO

Había una vez un planeta donde vivían miles de millones de seres que solían odiarse a la distancia (agitando banderas) y que muchas veces se odiaban estando cerca uno del otro (agitando brazos y voces).

En ese planeta en el que el hielo de los polos se disolvía cada minuto y los bosques desaparecían talados o carbonizados, en ese extraño planeta intoxicado por los relaves de la minería y amargado por las injusticias, un día salió, supuestamente desde las porquerizas de California, un virus más inteligente que los otros, una diminuta sagacidad asesina que producía lo que la prensa, en un vano y nuevo intento de calumniar a los cerdos, llamó “la gripe porcina”.

A pesar de que los seres que habitaban ese planeta se sentían dioses cuando manipulaban genes y más dioses cuando pasaban las características de un animal a una planta, la aparición de ese virus mutado y sin nombre asustó a todos grandemente.

Hasta la Organización Mundial de la Salud declaró un estado de alarma previo al nivel máximo, mientras en todas partes se cerraban aeropuertos, restaurantes, salas de baile, y el uso de una mascarilla sobre la boca y la nariz empezó a ser común.

Una niña muy inteligente –y ya es sabido que no hay nada más inteligente que una niña inteligente- le preguntó, sin embargo, a su padre:

-¿Por qué tanta alarma por un virus que sólo ha matado a unas pocas decenas cuando todavía, cada año, mueren once millones de niños menores de cinco años a causa de enfermedades que podrían evitarse?

Su padre la miró con relativa sorpresa. Y digo relativa porque esa niña, de vez en cuando, tenía algunas salidas de ese tipo y dejaba a los adultos callados y pensando qué responder.

-Es que una cosa es la muerte que sucede como una cosa natural y otra cosa es una epidemia –desatinó el padre.

-Pero no es natural que once millones de niños que podrían no morirse se mueran porque están pobres o porque sus padres no tienen a un médico donde llevarlos –arremetió la niña.

-No es natural, pero, como sucede todos los años, ya no es una noticia que pueda alarmar a nadie –siguió derrapando el papá.

-Pero a los niños sí nos alarma que once millones de niños se mueran porque son pobres –insistió la niña.

-Bueno, pero nadie puede saber cuántos pueden morir con esta epidemia de fiebre porcina –se defendió el padre.
-De repente son un montón. Yo no sé cuántos serán y tú tampoco me puedes decir de cuántas muertes estaremos hablando. Lo que digo es otra cosa: ¿Por qué todos los noticieros y todos los periódicos hablan de lo que puede hacernos la fiebre porcina y nadie habla de los once millones de niños que se mueren cada año de enfermedades que habrían podido evitarse? Once millones de niños muertos cada año son más de 30,000 niños muertos cada 24 horas, papá. ¿No te parece que eso es también una noticia? ¿Sabías que en Sierra Leona, de cada cien niños, 28 se mueren de enfermedades como el sarampión?
El padre la miró y respiró profundamente.
-¿Ahora sí puedo apagar la luz, ahora sí te puedes dormir? –preguntó.

martes, 12 de mayo de 2009

PRONUNCIAMIENTO DE LOS OBISPOS DE LA AMAZONÍA

Como Pastores de las comunidades católicas en la Amazonía queremos dirigirnos a la opinión pública para expresar nuestra posición ante el paro de los pueblos amazónicos.
1. La región amazónica es rica en culturas milenarias y en biodiversidad. Ella es fuente de vida y esperanza para la humanidad. Por eso la consideramos uno de los mejores regalos de Dios porque el Perú es uno de los ocho países mega-diversos del planeta. La Amazonía tiene 31 de las 114 zonas de vida o ecosistemas mundiales, 95 % de los bosques del País y un importante potencial de recurso hídrico e hidroenergético. Este hecho nos exige a todos los peruanos y peruanas la responsabilidad de “cultivar la tierra y cuidarla” (Gén. 2) para bien nuestro y de las generaciones futuras.
2. Por eso como anunciadores “de la vida, queremos insistir que, en las intervenciones sobre los recursos naturales, no predominen los intereses de grupos que arrasan irracionalmente las fuentes de la vida, en perjuicio de naciones enteras y de la propia humanidad” (Documento Aparecida 471).
3. Desde esta perspectiva constatamos cómo, en nombre de un sesgado concepto de desarrollo, el Estado permite la deforestación de grandes extensiones de bosques primarios a favor de empresas nacionales y transnacionales para la inversión en plantaciones aceiteras, caña de azúcar y otros.
4. Para nadie es desconocida la contaminación de los ríos con el plomo y otros metales pesados y sustancias tóxicas como efecto de una actividad minera (formal e informal) y la extracción de petróleo, de manera irresponsable. Somos testigos, además, de la tala indiscriminada de la madera sin ningún tipo de control.
5. Podemos afirmar que no se atiende el clamor de las poblaciones indígenas y ribereñas que desean un desarrollo integral, desconociendo el Estado el uso y ocupación de esas tierras por generaciones. En la práctica no se ha tomado en cuenta el derecho de los pueblos amazónicos a ser escuchados, como lo indica la Constitución Política del Estado y los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos entre los que se encuentran el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. En el Informe de la Comisión de Expertos de Aplicación de Convenios de la OIT, publicado en febrero del 2009 se insta al Gobierno Peruano a avanzar de inmediato en el diseño de mecanismos apropiados de participación de los pueblos indígenas y lo exhorta a consultarles antes de la adopción de medidas que los afecten directa o indirectamente.
6. Debemos expresar que “la Iglesia… valora especialmente a los indígenas por su respeto a la naturaleza y el amor a la madre tierra como fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano” (Documento Aparecida 472).
7. Acontecimientos como el que estamos viviendo actualmente en la Amazonía nos expresan la pretensión de disponer, de manera inhumana y cruel, de las posesiones de las poblaciones ribereñas y amazónicas por no tener, en su propio País, el amparo legal necesario para defender sus justos reclamos. De esta manera se les condena al desarraigo de sus tierras y a ser asalariados en la siembra de la caña de azúcar, la palma aceitera y en las explotaciones mineras y de hidrocarburos.
8. Las normas legales que el Estado ha promulgado en el 2008 (especialmente dos Leyes y siete Decretos Legislativos) no aportan al desarrollo integral de la población amazónica. Por el contrario surgen serias amenazas de mayor pobreza en la región.
9. No queremos violencia, por eso instamos al Gobierno y al Congreso muestren intenciones de dialogar y buscar soluciones justas y pacificas a la problemática que vienen enfrentando los pueblos amazónicos para no llevarlos a la desesperación que pueda incrementar los conflictos sociales.
10. Invocamos a los medios de comunicación social a que cumplan con su rol de brindar información veraz a la opinión pública, contribuyendo al derecho que tienen los ciudadanos de estar informados de los sucesos en la Amazonía Peruana.
11. Ante este delicado panorama invocamos al Señor Presidente Constitucional y al Congreso de la República la derogatoria de dichos dispositivos legales y contribuya a la formulación de nuevas normas con la participación de las poblaciones indígenas. Así mismo invocamos a estas poblaciones amazónicas y a sus líderes a unirse para buscar juntos el Bien Común. Consideramos necesaria una Mesa de auténtico Diálogo conformada por todos los actores sociales para la solución pacífica y armoniosa del conflicto creado. A manera de conclusión, reafirmamos con los Obispos de América Latina, la necesidad de “buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología humana y natural, que se fundamente en el Evangelio de la justicia, la solidaridad y en el destino universal de los bienes…” (Documento de Aparecida 474c). 5 de mayo del 2009
Mons. José Luis Astigarraga, C.P.
Obispo del Vicariato de Yurimaguas
Mons. Alberto Campos, O.F.M.
Obispo del Vicariato de San José de Amazonas
Mons. Rafael Escudero López-Brea.
Obispo Prelado de Moyobamba
Mons. Gaetano Galbusera, S.D.B.
Obispo del Vicariato de Pucallpa
Mons. Santiago García de la Rasilla, S..J.
Obispo del Vicariato de Jaén
Mons. Julián García, O.S.A.
Obispo del Vicariato de Iquitos
Mons. Francisco González, O.P.
Obispo del Vicariato de Puerto Maldonado
Mons. Juan Tomás Oliver, O.F.M.
Obispo del Vicariato de Requena
Mons. Gerardo Zerdin, O.F.M.
Obispo del Vicariato de San Ramón

lunes, 11 de mayo de 2009

Madres coraje, ¡CARAJO!


Arrastrando sus cachivaches, cargando en sus fornidas espaldas a sus hijos, brotaban de sus frentes sudores de esfuerzos y de esperanzas, apurando el paso para “agarrar” un buen lugar para plantar sus esteras de 2 x 2. Sus pies se hundían en la estéril arena de la pobreza, el Sol las saludó con mucho resplandor, les dijo ¡hola, bienvenidas! Ellas eran las primeras madres del Sur de Lima.
La parte sur de Lima -de la Lima del Café Concert, del jirón de la Unión, de los balcones coloniales- estaba siendo regada con lágrimas y sudores de hombres y mujeres que dejaron sus chacras andinas, sus juanes y tacachos, familias empobrecidas por la ignorancia y la dejadez política, se abrieron paso a todo y ante todos, plantaron esteras y plásticos con sus manos, ayudando a sus esposos o convivientes. Agarraron sus ollas gastadas, y platos de plástico, tendieron sus mantas que les abrigaba de las frías injusticias, para que sean mantel de su mesa de piso arenoso. Esas eran las primeras madres de Lima Sur, que comenzaron a engendrar un pueblo de hombres y mujeres de coraje.
Les dijeron que no podrían vivir en un desierto, donde solo abundaba arena y sol, que la policía las iba a botar, pero “las tías” se ajustaron bien el sostén , amarraron su fustán, la sangre les hervía por sus derechos de tener un lugar en donde amamantar a sus hijos, donde construir un hogar. Nunca pudieron con ellas, ya que fueron leonas salvajes cuidando sus crías.
Pasaron humillaciones, por ser mujeres analfabetas o a la justas con una primaria muy básica, pero estas “tías”, corajudas, se graduaron en “Economía Popular”, con la tesis “cómo dar de comer a su “ñaños” (hijos) con sueldos míseros”; en “administración” de tiempo (trabajar, los quehaceres del hogar, y las labores populares); obtuvieron su “Maestría de trabajo vecinal”, con sus faenas de hacer pircas, estilo andino, construyendo sus casas, hombro a hombro con sus maridos o muchas veces solas. Esos títulos no tuvieron “cartones” (certificados de estudios) para enseñar, sus cartones son sus hijos que caminan con esperanza de un mundo mas digno. Esas son las madres que fundaron un pueblo que se conoce como Cono Sur.
Ha pasado mucha arena en el tiempo, ahora estas mujeres peinan canas, a muchas ya se les entumecen las manos gastadas por la lucha, con la vista desenfocada pero con una mirada firme de que hicieron historia, con sus pechos caídos por la gravedad, pero firmes por la labor que hicieron, amamantar un pueblo que ahora es uno de los polos de desarrollo del país, un pueblo que antes, una Lima de plazuelas y balcones lúgubres no daba ni un centavo por él. Gracias madres andinas, selváticas y costeñas, gracias madres coraje, gracias, por ser nuestras “madres CORAJE”, QUE VIVAN NUESTRAS MADRES ¡CARAJO! (Ángel Ramos)