“Padrecito,
queremos una misa a domicilio donde estuvo la casita quemada en la que murió
Brandy Luis, de seis añitos,… salió por la TV, padre, queremos que venga”.
Venían cinco
familiares y vecinos. Les hice pasar y conversamos breve. No eran momentos ni
situación para explicar que “no podía hacer una misa a domicilio”. Y quedamos
para las 12.30 pm, hora a la que me hice presente después de subir dos
empinadas escaleras al final de la calle. Sí, había sido en el cerro y el lugar
de la chocita estaba prácticamente limpio pueshabían acomodado la cajita blanca
con los restos calcinados de Brandy Luis tapados. Encima un ramo de flores, dos
fotos ampliadas del niño riendo y tres pequeños juguetitos calcinados.
Un poco separado ya
un montón de restos de catres, fierros y otras cosas, todo calcinado. Rodeando
el féretro unas 15 ó 18 personas, bajo un toldo de plástico que no protegía
para nada de ese sol de justicia al mediodía de ayer martes, 10 de Enero.
Traté de explicar
despacio lo que íbamos a hacer, que no era una misa, sino un response, un rezo
unidos todos a los papás de Brandy Luis, una pareja joven y esperando ella su
futuro segundo bebé… Comencé por tranquilizar a los papás sobre la muerte de
B.L. y que tuvieran la certeza de que estaba con el buen Padre Dios pues no
había podido cometer pecado para verse privado de ello; también desterrar todo
imagen de un posible castigo de Dios en el incendio de la choza y en la muerte
del niño. ..
Y me atreví en el
rezo a pedir que leyera alguien el pasaje de los “cielos nuevos y la tierra
nueva” de Isaías 65. Lo hizo una tía del niño, despacio y bien aunque con mucha
dificultad para terminar a causa de las lágrimas. Y reflexionamos sobre la
lectura y lo que teníamos delante: a B.L. muerto y a su familia destrozada.
También a mí se me entrecortaban las palabras, pero estaba seguro
que era necesario
decir a aquel pequeño grupo presente, que la muerte de Brandy Luis antes de
tiempo no podía ser voluntad de Dios, como no lo son tantos miles y millones de
muertes antes de tiempo. Que Dios fue, es y será un Dios de vivos no de
muertos, que ama la vida y que no renuncia a su sueño de esos cielos nuevos y
tierra nueva donde el dolor y la muerte sea sustituida por la felicidad de una
larga vida sin injusticias de ningún tipo.
Se mascaba el dolor
y el sufrimiento profundo en todos, probablemente un gran sentimiento de culpa
en los papás que traté de aminorar y, creo, al final, la certeza de que esa
tragedia no podía ser voluntad de Dios. Que, eso sí, la familia tenía desde
ahora un ángel protector al lado de Dios Padre que lo había recogido de entre
los restos calcinados. Y que todos salíamos responsables en el futuro para que
no se produjeran muertes antes de tiempo y no queridas por Dios, así como ir
creando las condiciones justas para que esto cada vez fuera más difícil.
Me pidieron al
final que bendijera con agua bendita a la media docena de niños pequeños que
había presentes, todos privados ya de la presencia física de su primo o amigo
B.L. Lo hice con toda la fe y el cariño que pude, dejando lo como un signo: que
los adultos hicieran que esos niños completaran la obra que BRANDY LUIS no pudo
completar.
Y oramos por la
mamá y el bebé de su vientre, por el papá y el resto de la familia, por todos
los presentes y por un Perú donde cada vez haya menos muertos antes de tiempo
porque los creyentes en el Dios de la vida tenemos claro que esa sí es la
voluntad de Dios.
José María Rojo
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