Tratando de evaluar este 2011 que está a punto de
dejarnos, he releído la interesante nota de la sicóloga Pilar Sordo y me ha
parecido que –con una gran sencillez y claridad- nos deja dos ideas
fundamentales que nos ayudan a evaluar el año y mirar al siguiente con
esperanza. Invierto el orden.
a) La primera idea es que, dice ella, no hay años buenos
ni malos: Mi percepción, a medida que
envejezco, es que no hay años malos, hay años de fuertes aprendizajes y hay
años que son como un recreo, pero malos no son. Por lo tanto, lo bueno o la malo de un año no
deberíamos mirarlo tanto por los problemas que hemos tenido cuanto por lo que
hemos aprendido o por lo que nos ha ayudado a madurar, por lo que hemos
crecido. Siempre será iluminadora la síntesis que hace Lucas del proceso de
Jesús en Nazaret, al lado de sus padres: “Y el Niño crecía y se
fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre El” (2,40
y 2,52). Y,
significativamente, Lucas lo dice, primero, después de cumplir
satisfactoriamente sus padres con su deber de presentarlo a Dios en el templo y
-luego, doce años después- tras un susto, un problema familiar que podría haber
quedado en el recuerdo como un mal año…
El 2011 habrá sido un buen o mal año dependiendo de si
hemos crecido integralmente, como Jesús, o si nos hemos estancado (peor aún, si
hemos caminado para atrás como los cangrejos)
b) Una segunda idea tiene que ver con lo que hemos
hecho. Y Pilar nos hace caer en la cuenta del engaño que encierran las tan
manidas frases de que “no tengo tiempo” o de que “el tiempo pasa volando” o el
refrán castellano que dice “se está acabando el año y no hemos atado ni una
escoba” (cuando las escobas se hacían manualmente, atando un puñado de heno duro
o ramas). No es problema de tiempo sino de prioridades, dice ella: no es válido decir que no tenemos tiempo, debiéramos
decir que tenemos otras prioridades, y por lo tanto, lo real es que no nos
hacemos el espacio para lo que probablemente sea importante porque estamos
tapados de cosas urgentes.
Por eso, al evaluar lo que hemos hecho, no se trataría
tanto de ver cantidad de obras realizadas, ni siquiera calidad de las mismas,
sino evaluar primero a qué le hemos dado prioridad, si hemos tenido una clara
jerarquía de valores o el tiempo nos ha arrollado y arrastrado hacia donde iba
el viento. Podemos terminar el año exhaustos, necesitando un urgente descanso
(y hasta del diván de la sicóloga o del siquiatra) y tener que decir que no ha
sido un buen año porque me dediqué a hacer siempre “lo urgente” y no lo
“verdaderamente importante”.
Está claro que hay una tensión ahí entre lo que yo se que
debo hacer (lo importante) y lo que el ritmo de la vida y los otros, con harta
frecuencia, me exigen hacer (lo urgente). No es fácil resolver el dilema en
términos de eficacia frente a amor/servicio gratuito.
Teniendo, con calma, un espacio para reflexionar sobre
esas dos ideas, es seguro que encontraremos muchos motivos para echar una
mirada agradecida y cariñosa hacia el 2011 que se va. Y podremos ponerle
ilusión y coraje al 2012 cuyos pasos hacia nosotros ya se sienten. No encuentro
mejor manera de concluir que como lo hace la propia sicóloga P. Sordo en su
nota: Veamos qué aprendimos de este año y
qué fuimos capaces de agradecer, quizás esto nos de la pauta de cómo decidimos
empezar el 2012 el que ojalá nos traiga algunos regalos y misterios para poder
ser cada día mejores personas. De eso se
trata y es lo que les deseo a todos y todas. ¡FELIZ 2012!
José Mª Rojo
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