“No hay quinto malo” dicen en el argot taurino los aficionados. Podríamos coger otros deportes como el fútbol o el tenis… Y decir: “Nuevo record: cinco trofeos consecutivos”. ¿Ya averiguaron a qué me refiero? Por supuesto, al V Festival de la Comunión de la Diócesis de Lurín-Lima Sur.
Volando a algo más cercano a él –la gastronomía- diríamos, de entrada, que se parece a los buenos vinos: mejora con los años, cada año nos superamos en algo. (Para los que no saben de qué va la fiesta, simplemente les diremos que es eso: un fiestón que cada año, por Pascua, hacemos toda la diócesis junta, con nuestro pastor a la cabeza).
Fue el domingo primero de mayo –Día del Trabajador y día de la Beatificación de Juan Pablo II- y, de nuevo en La Ciudad de los Niños, en S. Juan de Miraflores.
Esta vez los organizadores –el Decanato 3- eligieron el amplísimo patio de la parte posterior con lo que estaba todo el festival, diríamos, en un solo espacio. ¡Primer acierto! Uno podía ver todo, aunque de lejos, con solo girar 180 grados. En el centro el estrado y las sillas para todo el “programa formal”: la misa, el espectáculo con su variedad de números –canto, baile, escenificaciones, dinámicas…- y la gran rifa.
En toda un ala los puestos de las distintas comisiones diocesanas y otras instituciones para informarse, conocer más la diócesis y poder adquirir materiales valiosos. Y, frente a frente, a lo lejos, otras dos grandes alas con los pabellones culinarios de los cinco decanatos con exquisitos platos de la costa sierra y selva.
Pareciera que lo hubieran hecho a propósito: en el camino desde un pabellón a otro volvían las glándulas salivares a funcionar y la caída en la tentación era casi inevitable… ¡Segundo acierto!
En el extrarradio, para que la bulla no molestara, los juegos para grandes y chicos y el reclamo de buena música. Acá todo el mundo ponía a prueba sus destrezas. Lo de la diosa fortuna se lo dejaban a la gran tómbola y a la rifa que mantuvo en tensión a la mayoría durante toda la tarde, pues los premios sorpresa abundaban (siempre el costo del número, un sol: lo único, junto con la revista Avansur, que Alan García no ha logrado subir…) ¡Tercer acierto!
Y podríamos seguir con los aciertos si no corriéramos el peligro del autobombo, la franela y el floreo… Eso sí, el mayor acierto lo ponen siempre los participantes, esas más de tres mil personas que optan por pasar un bonito día –con frecuencia familias enteras- en un ambiente de camaradería, fraternidad y sana diversión.
Es hermoso realmente encontrar gente conocida o hacer nuevas amistades desde Pamplona Alta, en S. Juan de Miraflores, hasta Pucusana, en el extremo Sur de la diócesis.
Para que todo saliera y miles disfrutaran, un buen grupo de personas han trabajado, calladamente, desde meses antes, más duro las semanas previas y varios de ellos/as todo el día del Festival. Para ellos toda nuestra gratitud y cariño. Algunos pasamos el día trabajando en otras tareas mucho más gratas porque, incluso, gozamos después del evento.
Yo llegué bien cansado a casa de estar todo el día de pie correteando por sacar las mejores fotos pero puedo asegurarles que es una gozada ver ahora las caras de satisfacción de viejitos bailando o comiendo, niños disfrutando a lo grande, padres y madres felices cargándolos o haciendo que les pinten sus caritas, jóvenes poniendo la nota jovial y bullanguera, en fin, todos y todas con la felicidad en el rostro. Sucede siempre que no pensamos en las diferencias sino en lo muchísimo que nos une a los creyentes en el Dios de la vida y testigos del Resucitado
José Mª Rojo
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