jueves, 3 de marzo de 2016

¿QUÉ PERDEMOS LOS PERUANOS CON LA CORRUPCIÓN?

La lucha contra la corrupción es uno de los temas más comentados ad portas de las elecciones del 10 de abril. Es un tema sumamente importante y que afecta directamente a nuestros derechos fundamentales pues con la corrupción se pierden recursos que servirían para crear oportunidades. Además, perdemos la confianza en el Estado y las autoridades. No podemos permitir que la corrupción se apropie del Estado porque si eso ocurre quedamos a merced del más fuerte.

En los planes de gobierno para la lucha anticorrupción de los candidatos a la Presidencia de la República, existen sobre todo iniciativas para endurecer las penas a los funcionarios públicos que incurrieran en este delito, intentando que sea éste un factor disuasivo. Sin embargo, es más complicado que eso, pues existen redes y hasta mafias de corrupción que han logrado pagar protección por los operadores de justicia y que han tejido redes dentro de las estructuras del Estado peruano.

¿Realmente hay voluntad política para acabar con este flagelo?

La situación de corrupción es tan grave y el descrédito de los políticos de tal magnitud que hay cierto escepticismo respecto a la voluntad política para la lucha anticorrupción. Por ejemplo, resulta contradictorio que algunos candidatos al sillón presidencial prometan tener mano dura contra este delito, y sin embargo, tengan en su plancha congresal a personas procesadas por esas malas prácticas. Esta situación no puede dejar al Estado al margen de la lucha contra la corrupción. Está en juego la legitimidad y efectividad del Estado peruano.

Lo necesitamos para promover oportunidades de desarrollo que incluyan más a la población y para generar propuestas distintas respecto al modelo económico actual. Si bien es cierto que necesitamos mejores políticas públicas para la lucha anticorrupción, es necesario que nosotros los ciudadanos cumplamos un rol fiscalizador para que éstas se cumplan. No podemos resignarnos a un rol pasivo y pensar que la corrupción es una fatalidad del destino, debemos organizarnos y movilizarnos para exigir justicia si es necesario. Los ciudadanos no podemos dejar a las autoridades a su libre albedrio. Una forma tangible de hacerlo es participando en los procesos de tomas de decisiones públicas que afectarán nuestra vida y la de nuestros compatriotas. Debemos saber que no en todos los espacios se toma en cuenta nuestra participación, pues por eso hemos elegido representantes que están en el Congreso velando por nuestros intereses. Sabemos bien que no siempre se legisla bajo la lógica del bien común y por eso resulta necesario y urgente que nos organicemos y luchemos para que las decisiones a nivel de políticas públicas nos incluyan a todos y todas. Entonces, contrario a lo que muchos creen, no sólo hacemos política ocupando un cargo público.


La principal forma de hacer política es desde nuestra propia ciudadanía. Hoy por hoy, es posible hacerle una lucha frontal a la corrupción, pero para eso hace falta que los ciudadanos muestren su rechazo profundo a ese delito. La sanción social es el primer paso con miras a estas elecciones del 10 de abril. El segundo paso es llevar nuestra indignación a la acción, organizándonos para exigir nuestros derechos desde nuestros barrios, organizaciones sociales, partidos políticos, juntas vecinales, colectivos, etc. No olvidemos las palabras del Papa Francisco: “La corrupción es en sí misma también un proceso de muerte: cuando la vida muere, hay corrupción”. Una práctica coherente y que se necesita es empezar por no votar este 10 de abril por aquellos que se han visto implicados en delitos como este, que afectan nuestros derechos.

Publicación mensual del Instituto Bartolomé de Las Casas y del Centro de Estudios y Publicaciones.

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