“¡Ahora
que digan que somos minoría!” “¡Que tiemble! ¡Que tiemble! ¡Que tiemble el
gobierno, que el pueblo organizado recupera sus derechos” “¡Nuestros sueños no
caben en sus leyes!” fueron algunas de las arengas que escuchamos gritar a
miles de jóvenes en las calles a finales del 2014, en las movilizaciones por
derogar la ley de régimen laboral juvenil. Después de 5 marchas, cuando por fin
la “ley pulpín” fue derogada, la emoción de la gente se manifestaba no sólo por
el éxito de la organización de estos jóvenes, sino por el ejemplo de ejercicio
de ciudadanía que le daban al país. Cuando nos empeñamos y persistimos en
presionar al gobierno, logramos nuestros objetivos. Estando cerca de las
elecciones del 10 de abril, debemos tomar en cuenta lo que aprendimos de esta y
otras luchas: para cambiar el panorama desolador que se nos viene cada vez que
tenemos que ir a votar (por la cantidad de candidatos investigados por varios
delitos). Es necesario no sólo interesarnos en la política, sino comprometernos
e implicarnos en ella. Por lo tanto, las elecciones no deben ser el único
momento en el que pongamos atención a los intereses nacionales.
¿Qué nos jugamos este
10 de abril?
Este
10 de abril nos jugamos mucho. De nuestra decisión en las urnas dependerá la
posibilidad de que nuestros nuevos gobernantes nos garanticen una vida digna en
la que se respeten nuestros derechos humanos. Por lo tanto, es coherente que
estemos atentos a los debates políticos de los candidatos para así poder
confiar nuestro voto a quien tenga las ideas y propuestas más claras y viables
para mejorar la educación, la salud, la justicia, etc. Pero no olvidemos que no
sólo se trata de los discursos atractivos y promesas, se trata también de no
confiarle la responsabilidad de nuestro país a candidatos cuestionados por
corrupción, porque claramente este delito es una violación a los derechos
humanos pues nos quita la posibilidad de que las mayorías contemos con
servicios básicos, por ejemplo. En ese sentido, resulta desalentador e
indignante que estén encabezando las encuestas candidatos que vienen siendo
investigados por este y otros delitos.
La política no es el
problema
Es inevitable reconocer que existe una enorme
desconfianza en la clase política y por ende, un distanciamiento preocupante de
muchos jóvenes con las vías de participación. Un paso importante para sentir,
por ejemplo, que tenemos un congreso que realmente nos representa, es
informarnos para emitir un voto responsable. Coincidamos en que la política no
es el problema, sino el camino para poder lograr el bienestar de todos y todas
y eso es un llamado a asumirla. El Papa Francisco, en diálogo con jóvenes y
niños, dijo unas palabras al respecto: “Debemos inmiscuirnos en la política
porque la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca
el bien común. Y los laicos cristianos deben trabajar en política. Alguno me
dirá: ‘pero no es fácil’. Tampoco es fácil llegar a ser sacerdote. No son cosas
fáciles porque la vida no es fácil. La política es demasiado sucia pero yo me
pregunto: ¿por qué es sucia?
¿Por
qué los cristianos no se han involucrado con su espíritu evangélico?”. Es
nuestro deber como ciudadanos informarnos antes de participar en estos y todos
los comicios electorales de nuestro país. No olvidemos que las consecuencias de
nuestra decisión en las urnas repercutirán, sobre todo, en la vida de los más
pobres.
Signos Publicación
mensual Enero 2016 del Instituto Bartolomé de Las Casas y del Centro de
Estudios y Publicaciones.
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