viernes, 11 de noviembre de 2011


EL REINO DE LA COMBI Y SUS FRUSTRADOS MONARCAS

Las últimas reacciones en contra del intento de reordenamiento del transporte público por parte de las autoridades ediles capitalinas nos hacen revivir lo ya casi olvidado sobre la “cultura combi”. Parece que no había sido un superficial tatuaje de moda sino que había tomado carne en muchos de nosotros. Refresquemos cosas y para ello el género teatro nos puede prestar el marco para hacer más pedagógica la comprensión “del reino de la combi” y sacar consecuencias…

ACTO PRIMERO: La preparación del trono
Las populares combis no nacieron para llevar pasajeros: su forma, su altura, sus puertas…todo las delata: ¡nacieron como camionetas rurales! Para transportar distintas mercancías y en el campo, no en las ciudades. Su facilidad de giro, su corta longitud las hace muy apropiadas para ello.

¡Pero hay que preparar el trono para los nuevos reyes y reinas que van a usarlas! Y ahí viene esa milagrosa multiplicación de asientos sin dejar un centímetro libre obligando a mil acrobacias para entrar, doblar las piernas, retorcerse para sacar la plata del bolsillo, salir sin romperse los cachos… “Suban, suban reyes y reinas, acomódense que está ya listo su trono…”

ACTO SEGUNDO: Espejismo de reinado
Si usted se creyó que era verdad lo del reinado muy pronto se dará cuenta que era efímero: duró tanto como tardó en subir y tratar de “acomodarse”. Ahí mismo ya sintió dos o tres frenazos porque a media cuadra había que subir al siguiente rey; otro remezón por una brusca maniobra para cuadrarse atravesada e impedir el paso a la que viene en su persecución (no importa que sea de su misma línea), un par de empujones de la reina vecina que perdió el equilibrio, y un largo “etc”…Todo le dice que su reinado sólo duró el tiempo que va desde que señaló papara subir y el que tardó en poner su pie en el estribo. Ahí mismo dejó de ser rey o reina para convertirse en la mercancía a ser compactada para que el viaje sea rentable. Ahí todas las comparaciones son odiosas: unos dicen que nos tratan como a carneros, otros como a costales de papa… elija lo más suave, pero mercancía, un “paquete” más.

ACTO TERCERO: Quien dirige el tráfico es “el datero”
Así de sencillo: no es el semáforo ni otras señales de tráfico; menos el policía que tan sólo intervendrá cuando necesite decirle al chofer: “Ya tu sabes… ¿cómo es…?” En circunstancias normales es el datero el que, consultando su “computadora portátil” -sus hojitas en la tablita- dirá solemnemente los números mágicos “2-4-1” ó “4-3 -5, ‘Loco Huamán’”… Vendida su información de tecnología punta, cobrados sus 20 centavitos, de inmediato verá como la combi ralentiza su ritmo o se dispara a toda velocidad… No importa si los otrora reyes tienen prisa o quieren ir seguros, no. Las palabras del datero producen una reacción hormonal invencible en el chofer y usted ya puede desesperarse si quiere, pero ello no va a modificar el ritmo iniciado ¿Hasta cuándo? Hasta que otro datero cambie las palabras mágicas y haga rentable el modificar la velocidad…

ACTO CUARTO: “Al fondo hay sitio”
¿Quién dijo que ya estaba llena la combi, que no había lugar para ningún rey o reina más? ¡Mentira! “¡Al fondo hay sitio! … póngase de costado señor,…acomódese a la izquierda señorita… el carro está vacío…”. Siempre cabe uno más, aunque sea sentado sobre la corona del último rey que subió. ¡Cómo dejar a reyes plantados en la pista sin subirlos! Sería insensibilidad social, todos tienen derecho a viajar, a llegar a su trabajo… (No diga usted que pongan otro carro más u otro más grande, no, no está previsto en las leyes del reino de la combi). El problema mas grave no es para subir (es sólo cuestión de compactar la mercancía un poco más); lo peor es para bajar. Algo ayudan los gritos del “educado y delicado” cobrador anunciando que se acerquen a la puerta los que bajen cinco cuadras más allá… Ahí todo es posible: desde un pisotón o codazo, desde una lesión seria a un fácil robo, desde las protestas e insultos de los maltratados hasta el aprovechamiento de los vivos… Por supuesto, todos perdieron hace rato su cetro y corona…

ACTO QUINTO: “Que ya pagué”. “Que no pagó”
¡Con lo fácil que es dar a todo el mundo su boleto y enseñarlo luego! Pues no señor, mejor no darlo, así se gana alguito. “Total, si los alcaldes se quedan con la plata y no arreglan ni los baches… ¡para qué pagar impuestos! ¡eso es de zonzos!”. Y la palabra de los reyes y reinas ya no vale; por el contrario, puede ser merecedora de un par de ajos y cebollas del cobrador con la callada anuencia del chofer casi siempre a no ser que el ofendido monarca o la humillada reina sean de la misma escuela que el cobrador y, entonces, toda la familia real asistirá a una clase de lenguaje en todos los tonos y coloridos…

Bajemos el telón para no alargar pues la MORALEJA es clara: la esencia de la cultura combi es el egoísmo puro y duro. Cada uno y cada una, en cada momento del trayecto, busca lo suyo: los demás no cuentan (también los pasajeros).

Y es que el sistema en el que se basa no permite otra cosa: esa cajita metálica llamada combi tiene que cubrir las esperanzas monetarias de muchos: del dueño de la línea (que no arriesga nada ni hace nada, pero lleva su tajada), el dueño de la combi (que cobra su alquiler sin importarle los reyes que viajan), los dos choferes y los dos cobradores (más sus familias a quienes hay que alimentar), los dateros, los que limpian el parabrisas, los que venden la gaseosa, la fruta o el sanguchito al paso, los que piden en el semáforo, el policía que tiene un compromiso… Por lo tanto, todo tiene que hacerse para sacarle el jugo a la máquina; pero como los fierros y llantas no se dejan estrujar hay que estrujar a los incautos reyes y reinas que creyeron que, porque los cogieron donde estaban –sin moverse un paso- ya eran, efectivamente reyes.

Así de simple: nuestro sistema de transporte en combi (extensible a muchos micros y cousters, por supuesto) está necesariamente condenado, para ser rentable, a actuar con el egoísmo más atroz en todo, pues para chofer y cobrador –principales protagonistas- todo el día puede depender de ese viaje. Es absolutamente necesario pelear cada quina y cada centavo para que alcance para todos, así de sencillo.

Lo que no puede entenderse es que, cuando hay una alcaldesa y un equipo municipal que se han atrevido a coger esa papa caliente, los “opositores” y, sobre todo, la prensa se sumen al cargamontón de las protestas de “los de las combis” (o, en el mejor de los casos, guarden un silencio cómplice), sin priorizar para nada el bien de la ciudad, el bien de la mayoría. También a ellos ha llegado la esencia de la “cultura combi” en forma de anteojeras o lentes oscuros que les impide ver a los lados y a largo plazo , es decir, mirar por el bien de la mayoría.

Cierto que todos tenemos derecho a ganarnos la vida, pero ello nunca puede justificar el que sea a costa de perpetuar condiciones de vida indignas para la mayoría. Y el actual transporte en combi -en conjunto- es indigno por donde se lo mire.
José María Rojo García