ACTO PRIMERO: La preparación del
trono
Las populares combis no nacieron
para llevar pasajeros: su forma, su altura, sus puertas…todo las delata:
¡nacieron como camionetas rurales! Para transportar distintas mercancías y en
el campo, no en las ciudades. Su facilidad de giro, su corta longitud las hace
muy apropiadas para ello.¡Pero hay que preparar el trono para los nuevos reyes y reinas que van a usarlas! Y ahí viene esa milagrosa multiplicación de asientos sin dejar un centímetro libre obligando a mil acrobacias para entrar, doblar las piernas, retorcerse para sacar la plata del bolsillo, salir sin romperse los cachos… “Suban, suban reyes y reinas, acomódense que está ya listo su trono…”
ACTO SEGUNDO: Espejismo de reinado

ACTO TERCERO: Quien dirige el tráfico es “el datero”

ACTO CUARTO: “Al fondo hay sitio”

ACTO QUINTO: “Que ya pagué”. “Que no pagó”
¡Con lo fácil que es dar a todo el mundo su boleto y enseñarlo luego! Pues no señor, mejor no darlo, así se gana alguito. “Total, si los alcaldes se quedan con la plata y no arreglan ni los baches… ¡para qué pagar impuestos! ¡eso es de zonzos!”. Y la palabra de los reyes y reinas ya no vale; por el contrario, puede ser merecedora de un par de ajos y cebollas del cobrador con la callada anuencia del chofer casi siempre a no ser que el ofendido monarca o la humillada reina sean de la misma escuela que el cobrador y, entonces, toda la familia real asistirá a una clase de lenguaje en todos los tonos y coloridos…
Bajemos el telón para no alargar pues
Y es que el sistema en el que se basa no permite otra cosa: esa cajita metálica llamada combi tiene que cubrir las esperanzas monetarias de muchos: del dueño de la línea (que no arriesga nada ni hace nada, pero lleva su tajada), el dueño de la combi (que cobra su alquiler sin importarle los reyes que viajan), los dos choferes y los dos cobradores (más sus familias a quienes hay que alimentar), los dateros, los que limpian el parabrisas, los que venden la gaseosa, la fruta o el sanguchito al paso, los que piden en el semáforo, el policía que tiene un compromiso… Por lo tanto, todo tiene que hacerse para sacarle el jugo a la máquina; pero como los fierros y llantas no se dejan estrujar hay que estrujar a los incautos reyes y reinas que creyeron que, porque los cogieron donde estaban –sin moverse un paso- ya eran, efectivamente reyes.
Así de simple: nuestro sistema de transporte en combi (extensible a muchos micros y cousters, por supuesto) está necesariamente condenado, para ser rentable, a actuar con el egoísmo más atroz en todo, pues para chofer y cobrador –principales protagonistas- todo el día puede depender de ese viaje. Es absolutamente necesario pelear cada quina y cada centavo para que alcance para todos, así de sencillo.

Lo que no puede entenderse es que, cuando hay una alcaldesa y un equipo municipal que se han atrevido a coger esa papa caliente, los “opositores” y, sobre todo, la prensa se sumen al cargamontón de las protestas de “los de las combis” (o, en el mejor de los casos, guarden un silencio cómplice), sin priorizar para nada el bien de la ciudad, el bien de la mayoría. También a ellos ha llegado la esencia de la “cultura combi” en forma de anteojeras o lentes oscuros que les impide ver a los lados y a largo plazo , es decir, mirar por el bien de la mayoría.
Cierto que todos tenemos derecho a ganarnos la vida, pero ello nunca puede justificar el que sea a costa de perpetuar condiciones de vida indignas para la mayoría. Y el actual transporte en combi -en conjunto- es indigno por donde se lo mire.
José María Rojo García
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