lunes, 21 de diciembre de 2009

Con la Navidad nos llega siempre la proclamación de la Buena Nueva, puesta por Lucas en boca del ángel dirigiéndose a los pastores: “ No tengan miedo, les traigo una Buena Noticia que será alegría para todo el pueblo: hoy día les ha nacido un Salvador”. Y el coro del resto de ángeles cantando gloria a Dios en el cielo y anunciando para la tierra paz.


Cada Navidad significa la proclamación de que Dios nos sigue amando y sigue apostando por nosotros, los seres humanos, independientemente de nuestro comportamiento. Es firme su decisión de salvarnos, de librarnos de todo lo que no nos permite vivir felices como fue su plan en la creación y de todo aquello que impide se realice su proyecto de hacer un mundo justo, fraterno y solidario donde le aceptemos a él como Padre y nos tratemos entre nosotros, de verdad, como hermanos.


Este año viene marcado el mensaje navideño con una connotación especial: nunca como estos días pasados se ha sentido –en torno a la cumbre de Copenhague- el grito de millones de personas defendiendo el planeta tierra, la casa que Dios nos regaló y nos encomendó cuidar. Jesús nace sin nada, en la soledad de la noche, sin enterarse los dueños del mundo de aquel entonces. Y este año nace ante la terca obstinación de los dueños de hoy que se resisten a proteger la tierra, el agua y el aire de la mortal contaminación.

Si queremos dar gloria a Dios en el cielo tenemos necesariamente que cuidar nuestra tierra. Si queremos que llegue la Paz a esta tierra es condición indispensable cuidarla para el bien de todos; más aún, compartir todos los bienes que de ella provienen. El hambre, la escasez de agua, las malas condiciones de salud, la falta de educación de calidad para todos, etc. imposibilitan el vivir en paz.

Todos somos responsables de hacer posibles las dos cosas: que se frene radicalmente la contaminación (desde el manejo de la basura y el sembrío y cuidado de plantas hasta la drástica reducción de los gases contaminantes) y que se generen condiciones de vida digna para todos/as. No basta con exigir a nuestros gobernantes que cumplan, sino que todos debemos arrimar el hombro como una manera muy concreta de hacer posible que, algún día se cumpla el mensaje de cada Navidad.

No hay mejor manera de dar gloria a Dios que construir una casa común habitable y generar condiciones de vida dignas para todos sus hijos. Feliz Navidad a todos desde la diócesis de Lurín-Lima Sur.

No hay comentarios: